casi cien vigilantes, diariamente, velan por la seguridad de los
usuarios en las instalaciones del suburbano. “Es un trabajo muy tenso y
más si en alguna ocasión has tenido algún altercado”, advierten.
Las sentencias han sido muy variadas, desde la multa hasta la cárcel. Todavía están recientes los hechos ocurridos la madrugada del pasado
lunes en las paradas de Sopelana y Aiboa, donde dos vigilantes fueron
agredidos por dos jóvenes de 16 y 31 años respectivamente. Uno, por
mediar en una discusión. El otro, por evitar el robo de un bolso a una
mujer. “Las agresiones casi siempre empiezan de modo verbal, después el
individuo pasa a la acción. Es raro que te vengan y te peguen
directamente”, matiza un portavoz del comité. Según los datos a los que
ha tenido acceso EL PAÍS, cada semana se enfrentan de media a cuatro
agresiones, de hecho, las estadísticas constatan que el 80% de los
ataques graves conlleva una baja laboral.
Metro Bilbao prefiere no entrar en cifras e insiste en que los episodios graves son aislados. “Estamos ante uno de los medios más seguros del Estado y además en la última encuesta, los clientes valoraron la seguridad con un 8,5 sobre diez”, afirman.
“Es un trabajo muy tenso y más si has tenido un altercado”, dice un vigilante. Según los datos, el detonante de los ataques es muy variado y va
desde quien se salta el acceso porque no quiere pagar billete hasta
quien orina en las vías. Por su parte, las zonas más calientes, como las
denominan en su argot los vigilantes, son Casco Viejo, Abando,
Barakaldo, Berango y Bolueta. Estas últimas por la presencia de
discotecas. Las horas más críticas; de cuatro y media de la madrugada a
siete de la mañana. “Los fines de semana son peores y ahora en verano
más”, enfatizan los vigilantes. Y es que tienen muy claro en su
calendario las dos épocas del año. “De junio a septiembre, la Margen
Derecha es más peligrosa por las fiestas; en invierno, la Margen
Izquierda y Bilbao”, aseguran. En cuanto al perfil del agresor, está muy determinado; adolescentes alcoholizados tras una noche de fiesta o
inmigrantes.
Según los vigilantes, es muy difícil encontrar reincidentes. En el último año se han dado dos casos; uno fue el de Bijan Alizadeh, el joven iraní de 31 años que en noviembre de 2011 acabó con la vida de un jubilado en Santutxu e hirió a siete personas más. “Durante varios meses fue muy conflictivo. Saltó a las vías en Bolueta, se cayó por un túnel, le tuvimos que desalojar a la fuerza de un vagón…”, recuerdan desde el comité. El otro, el de un indigente magrebí de 18 años con hasta 50 detenciones en Bilbao, antecedentes penales por agresión con arma blanca y abusos sexuales, que mordía a los vigilantes y que en la actualidad no se le puede juzgar por estar en paradero desconocido. “Les conminas a que no hagan lo que están haciendo pero no te hacen caso y es cuando tienes que dar aviso al supervisor de que alguien no cuenta con billete y es cuando te agreden”, relata un agente.
Las zonas calientes son Casco Viejo, Barakaldo, Berango, Abando y Bolueta. No están solos, los vigilantes están comunicados entre ellos por un
sistema de voz denominado Tetra. “Antes era peor, funcionábamos con
teléfonos móviles, en zonas que a veces no había cobertura y sin saldo”,
denuncia el comité. “En la actualidad, el escenario ha cambiado”,
reconocen. Además, el circuito cerrado que conforman las centenares de
cámaras de seguridad con las que cuenta Metro Bilbao, dan testimonio de
casi todo lo que sucede en su interior. Es la principal prueba que
poseen los vigilantes que se ven envueltos en agresiones durante su
jornada laboral aunque hay ángulos muertos. El documento junto con el
testimonio del supervisor es tenido en cuenta por el juez como prueba.
“No obstante, es necesaria la unificación de la defensa; es decir, no
puede darse como ahora que en los juicios, Metro lleve su abogado y el
vigilante el suyo. No existe comunicación”, desvela el comité.
No todos los ataques se denuncian. El 90% de los físicos acaba en
juicio por la vía penal. En caso de resultar condenado, el agresor paga
la multa si antes no se declara insolvente. Si pierde el vigilante
(ocurre en un 5% de los casos), es la empresa la que se hace cargo o
bien éste quien debe abonar de su bolsillo sanciones de hasta 600 euros.
El perfil del agresor es adolescentes alcoholizados de fiesta o inmigrantes.Hasta la fecha las sentencias han sido muy variadas, desde la multa
hasta la cárcel y en algunos casos el problema es el tiempo. “Hay
procesos que se pueden alargar mucho porque los imputados no tienen un
domicilio fijo donde remitir su citación”, destaca el abogado Hugo
Sánchez, que lleva causas de este tipo desde hace cuatro años. Uno de los últimos casos, más graves, una agresión que
tuvo lugar en la estación del Casco Viejo en mayo de 2008 y que terminó
con dos de los vigilantes atendidos en el hospital y con un tercero
herido en la cara. La sentencia dictada recientemente condenaba a los
cuatro jóvenes a una pena cada uno de 3 años de prisión y una
indemnización de entre 2.400 y 14.400 euros. El origen de la trifulca;
la falta de billete.
El aumento de las agresiones es considerable en estas fechas, así como la ampliación del perfil del delincuente, debido a la crisis económica. Éstas circunstancias hacen que la figura del Vigilante de Seguridad sea más valorada por la sociedad que exige, como demuestran la gran cantidad de reclamaciones en distintos ámbitos, la existencia de estos profesionales, los cuales hacen que el ámbito en el que desarrollan su labor sea más valorado por los ciudadanos como ocurre, precísamente, en el transporte público.
Buen servicio a todos, y tened cuidado ahí fuera.
El aumento de las agresiones es considerable en estas fechas, así como la ampliación del perfil del delincuente, debido a la crisis económica. Éstas circunstancias hacen que la figura del Vigilante de Seguridad sea más valorada por la sociedad que exige, como demuestran la gran cantidad de reclamaciones en distintos ámbitos, la existencia de estos profesionales, los cuales hacen que el ámbito en el que desarrollan su labor sea más valorado por los ciudadanos como ocurre, precísamente, en el transporte público.
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